
Nos encontramos una vez más en Titulcia, en la cuenca baja del Jarama, un territorio históricamente agrícola que en las últimas décadas ha ido perdiendo parte de su memoria hortícola. Donde antes crecían tomates, ahora predominan los cereales y el secano marca el ritmo. Sin embargo, entre estos campos, aún es posible encontrar proyectos que recuperan no solo el cultivo, sino también el vínculo entre territorio, biodiversidad y alimentación. Uno de ellos es Más Que Tierra, una huerta situada dentro del Parque Regional del Sureste, entre los ríos Tajuña y Jarama, en una zona que también se encuentra bajo la protección de la Red Natura 2000 (ZEPA Cortados y cantiles de los ríos Manzanares y Henares, y LIC/ZEC Vegas, Cuestas y Páramos del Sureste de Madrid).

Al grupo nos recibió Jorge, que nos guió a través de sus dos parcelas, las cuales están en proceso de certificación ecológica, estando basadas sus prácticas en la agroecología.
Nuestra ruta comenzó en la finca más alejada del núcleo urbano, recientemente incorporada al proyecto. Rodeados de campos de maíz, llegamos a una parcela donde crecen, al sol de septiembre, melones de la variedad Villaconejos, diferentes tipos de calabazas, tomates y algunos cultivos recién plantados de lo que será la huerta de otoño-invierno. Toda el agua que alimenta estas plantas llega a través de un sistema de acequias totalmente manual, que acompaña el recorrido y recuerda una forma de regar ya casi desaparecida.

Uno de los pilares del trabajo en la huerta es el uso eficiente y equilibrado del suelo. Utilizan un sistema de fertirrigación con dos tipos de fertilizantes: uno ecológico comercial y otro producido in situ mediante vermicompostaje. Este compost, generado con lombrices, permite mantener la fertilidad del suelo y cuidar la vida microbiana que lo habita, esencial para que cada planta crezca sana y fuerte.

En la parcela más próxima al pueblo nos reunimos con Sergio, que no solo nos explica el proceso de riego por goteo sino que también nos enseñó las piscinas donde conservan los plantones de la temporada de otoño-invierno: coles, acelgas, cebollino, cebolla, kale, lombarda y repollo, entre otros. ¡Ya está todo preparado para la siguiente fase del cultivo!

En este momento, la huerta está llena de vida. Encontramos siete variedades de tomate, entre ellas del Terreno Sonrosado, el Gordo de Patones –ambos variedades locales recuperadas gracias al IMIDRA–, el tomate pera de Girona, y otras variedades tradicionales que recuperan el sabor del tomate, perdido al favorecer variedades que aunque más resistentes –pensadas para facilitar el transporte y maximizar la producción– han sacrificado parte de ese sabor original.

En este trabajo por hacer de la huerta un lugar rico y diverso, utilizan la asociación de cultivos. Por ejemplo cultivan tomates junto con albahaca morada, lo que favorece la polinización natural, favorecida también por dos colmenas recientemente ubicadas en la huerta. El efecto ha sido inmediato: mayor polinización y más producción de fruto.

Durante la visita también aprendimos sobre algunas prácticas agroecológicas menos visibles, pero igual de importantes. En los márgenes de cultivo crecen plantas como la cola de caballo, que ayudan a mantener el suelo. Además, participan en un proyecto piloto junto a una institución científica para analizar la capacidad de los suelos y las plantas de eliminar restos de antibióticos, una investigación clave en tiempos de contaminación difusa y uso intensivo de medicamentos en la cadena alimentaria. Otra parte importante es la zona de vermicompostaje, donde los restos de frutos y plantas se convierten en alimento para los futuros cultivos, cerrando así el ciclo.

Como no podía ser de otra manera y tras una calurosa mañana, terminamos la visita probando algunas de las variedades de tomates que cultivan, además de melones. El sabor de ambos frutos nos sorprendió a todos por la intensidad y dulzor.

Más Que Tierra no es solo una huerta. Es un paisaje que se regenera, un espacio donde la biodiversidad no solo se respeta, sino que se integra en cada decisión de cultivo. Es una muestra de que otro modelo agrícola es posible: uno que no se limite a producir alimentos, sino que también cultive paisajes, saberes, vínculos y futuro.
Carlota López Fernández
Fotografías: Carlota López (FVS)
El proyecto En Madrid, cada plato es un paisaje es una iniciativa de la Fundación Vida Sostenible con el apoyo de la Fundación Montemadrid y CaixaBank #ConvocatoriaMADS.
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